miércoles, 7 de enero de 2009

LA JORNADA ESCOLAR COMPLETA DIURNA, Elementos para un analisis crítico.

LA JORNADA ESCOLAR COMPLETA DIURNA.
Elementos para un análisis crítico.
(Rodolfo Gómez C.)
I. ANTECEDENTES
1. En 1995, el año escolar se aumentó de 38 a 39 semanas lectivas y al año siguiente, a 40, con el argumento oficial "que una mayor permanencia de los alumnos es determinante para lograr una educación de mayor calidad".
Frente a ello, el Colegio de Profesores señaló, a partir de las mismas experiencias internacionales recogidas por el Ministerio de Educación, que tal política "no ha arrojado resultados significativos que hagan pensar que, aumentando la duración de la jornada escolar, se tenga un mayor rendimiento, especialmente en aprendizajes tan significativos como en matemática y lectura".
Se recomienda, entonces, que en vez de prolongar mecánicamente las semanas escolares, debe hacerse uso, en forma eficiente y creativa, del tiempo disponible y de la infraestructura del establecimiento. Es decir, el verdadero cambio educativo del tiempo escolar debería producirse en el contexto de una nueva organización curricular de la escuela.
Asumiendo este argumento técnico-pedagógico, el Colegio de Profesores hace la propuesta de complementar, de manera integrada, racional y pedagógicamente, las actividades curriculares lectivas, con la educación para el tiempo libre, para así ligarlas al arte, al deporte, abriendo el horizonte cultural del alumnado, permitiendo, a la vez, la posibilidad del reforzamiento permanente mediante el desarrollo dirigido de las tareas y trabajos escolares, tradicionalmente entendidos como "tareas para la casa.
El 21 de mayo de 1966, en su discurso ante el Congreso Pleno, el Presidente Eduardo Frei R-T anuncia el nacimiento de la Jornada Escolar Completa, como la piedra angular de la Reforma Educacional.
3. El impacto de tal anuncio fue recogido por la sociedad entera, que lo valoró positivamente, por su significado social y educacional. Sin embargo, las dudas que se comenzaron a formular a las autoridades fueron casi inmediatas:
Asociación Chilena de Municipalidades:
"Las municipalidades no tienen condiciones para asumirla en términos de infraestructura y de remuneraciones para los docentes, de tal manera que el aumento presupuestario del 17 % estimado es insuficiente". Sady Melo precisó que en un primer ejercicio matemático de la Asociación Chilena de Municipalidades, el incremento presupuestario debía ser del orden del 50 %, razón por la cual no dijo desconocer sobre qué base se hizo el cálculo del 17 %.
Por su parte, la totalidad de los directores de establecimientos educacionales consultados luego del discurso presidencial, señalaron estar de acuerdo con la JECD, siempre que se mejoraran las condiciones de los establecimientos y se aumentaran las remuneraciones docentes.
4. El Gobierno, ante la inquietud presupuestaria, respondió que la JECD se financiaría con la venta de Colbún y con el mantenimiento del 18 % del IVA, que se iba a rebajar como parte de las políticas macroeconómcas.
Los Ministros Eduardo Aninat y Sergio Molina, de Hacienda y Educación, respectivamente, señalan que en el plazo de seis años la totalidad de los establecimientos estarían incorporados a la JECD, para lo cual se construirán 20 mil nuevas salas de clases. Para ello, señaló Aninat, se disponen de US$ 1.400 millones, la mitad de los cuales será para mejorar la infraestructura de los establecimientos, en tanto que US$ 200 millones se destinarán al aumento de subvenciones para municipales y particulares.
"Me imagino las escuelas con sus alumnos todo el día, con profesores dedicados a tiempo completo, una escuela con espacio donde se usarán los sistemas de computación, las bibliotecas"., dijo Molina.
El SEREMI de Educación de la Región Metropolitana dice: "Al haber más horas de clases, hay más oportunidad de trabajo para los trabajadores y mejor sueldo. Si un maestro en vez de ser contratado por 30 horas, se concentra en un establecimiento con 44 horas, tendrá más tiempo para ejercer su profesión en forma más tranquila. Evitará llevarse trabajo para la casa, como lo tiene que hacer ahora, para corregir pruebaas. Esta extensión de la jornada les permitirá tener un tiempo asignado dentro de su labor profesional para su trabajo".
El Director de la FIDE, Aldo Pasalacqua dijo que "En los colegios particulares pagados ya existen jornadas que se extienden hasta las 15 o 16 horas con actividades extraprogramáticas, llegando hasta 44 horas semanales en Educación Media. Pero en los colegios subvencionados y municipales ello no es posible porque no existen los recursos necesarios, por lo que sólo se imparten entre 35 y 34 horas semanales de clases, lo que equivale al plan mínimo.
5. Finalmente, el Colegio de Profesores también se manifiesta partidario de la idea, señalando tres prevenciones fundamentales:
A pesar de haber manifestado tal idea antes de que la asumiera el Gobierno, nuevamente no fue llamado a participara, a pesar del conocimiento que el mundo docente tiene de estas materias.
Los recursos son escasos y no alcanzarán para su correcta implementación, rechazando su financiamiento con la venta de los activos del Estado.
No será posible poner en marcha tan ambicioso proyecto, si no se considera prioritariamente un mejoramiento remuneracional del profesorado, así como un mejoramiento de sus condiciones de vida.
II. PRIMERA EVALUACIÓN
A mediados de 1997, realizamos, de manera independiente, un análisis cuantitativo de la información aportada por el MINEDUC, a partir de un total de 2.978 establecimientos incorporados a la JECD. En esa información el Ministerio no desagrega los establecimientos que son internados o escuelas hogar, que, como es obvio, y natural, siempre han funcionado con la jornada completa. De la misma manera, no señala que gran parte de esos establecimientos corresponden a escuelas rurales que por las características propias de la ruralidad, tradicionalmente funcionan todo el día y que tienen una matrícula minúscula en comparación con los considerados "grandes".
Del análisis se desprende que 243 escuelas atienden entre 2 y 10 estudiantes, en tanto que el rango entre 2 y 100 estudiantes corresponde al 81.52%, es decir, a 2.426 establecimientos. En este segmento, la mayor frecuencia está en aquellos que tienen una matrícula entre 11 y 30 alumnos.
De estos datos, es fácil inferir que en el momento en que el MINEDUC pone en marcha la ofensiva comunicacional asegurando lo exitoso de un programa recién iniciado, gran parte de los establecimientos eran rurales, de enseñanza básica y, en gran medida, uni y bidocentes.
A fines de 1997, el Colegio realiza una Investigación acerca del funcionamiento de la Jornada Escolar Extendida, considerando una muestra de establecimientos del todo el país, que tuvieran una matrícula superior a los 350 estudiantes y un mínimo de 20 % de vulnerabilidad, independientemente de su dependencia. Tal muestra estuvo conformada por un 85% de establecimientos municipales y de un 15% de particulares subvencionados, de los cuales 61,02% son básicos, 23,73% medios y un 15,25% con matricula de ambos niveles.
De la información recogida, se desprendió:
Que el tiempo agregado como extensión de la jornada, es utilizado tanto para la realización de actividades no lectivas, como para las horas propias del plan de estudios.
La extensión de la jornada se ha tomado como posibilidad de aumentar las horas de clases sistemáticas en determinadas asignaturas, realizándose el mismo trabajo normal de antes de la extensión de la jornada.
Con relación a la infraestructura, la investigación da cuenta de la falta de infraestructura adecuada y suficiente, de tal manera que en el caso concreto de la alimentación, el alumnado debe alimentarse en las salas de clases, en los patios o en otros lugares no habilitados para tal efecto.
Respecto al horario docente, no existe una adecuada compensación remuneracional por todo el trabajo que significa la jornada extendida.
El tiempo que se utiliza no forma parte de los contratos, por lo que es insuficiente para cumplir con las demandas de la JECD.
El cuerpo docente no tiene tiempo para su propia alimentación, además de hacer un gasto adicional no previsto, al tener que costearse su propia alimentación.
La JECD provoca fatiga y agotamiento en los últimos períodos de clases, además que dada la limitación de la extensión de sus horarios, les falta tiempo para la preparación de material didáctico, confeccionar y colaborar en proyectos, preparación de clases y reuniones técnicas.
No ha existido perfeccionamiento ni capacitación adecuadas para asumir las nuevas modalidades educativas relacionadas con la JECD.
En el caso de los estudiantes, se comprueba que existe una gran falencia en relación con la cantidad de las colaciones o almuerzos; hay una baja calidad en cuanto a su contenido calórico y una situación discriminatoria con quienes no alcanzan a recibir la colación entregada por la JUNAEB, pues deben adquirirla a quien la prepara, concesionarios privados o el mismo Centro de Padres y Apoderados.
LA SITUACIÓN ACTUAL
A partir de la opinión de los docentes, ya desde la propia experiencia acumulada en sus establecimientos, como de opiniones recogidas a través de consultas orgánicas o encuestadas, es posible evaluar la aplicación y desarrollo de la JECD agrupando los problemas en tres grandes grupos:
1. TIEMPO ESTUDIANTIL.
La ampliación del tiempo, como condición para "un mejoramiento en la calidad de su aprendizaje y el enriquecimiento de su experiencia escolar", continúa siendo un aserto no confirmado por la realidad, a tal punto que, como lo señalan los docentes de la Comuna de Santiago, por una parte, nos se ve una incidencia real en los rendimientos escolares e, incluso, se opina que aún no es posible evaluar su real incidencia. La apreciación docente es válida en cuanto a la comprobación empírica de quienes están en la propia realidad y refleja lo que es propio de la labor diaria: la evaluación sistemática de los procesos educativos.
(Vale la pena señalar que con este argumento temporal, se han acortado los recreos y los períodos de colación)
Frente a esta opinión de los actores docentes, se levantan los supuestos ministeriales, que de manera absoluta afirman que "Desde la perspectiva del estudiante, el mayor tiempo escolar conlleva un mejoramiento en la calidad de su aprendizaje..." y con gran certidumbre señala que "el criterio de evaluación, en una política educacional que define sus objetivos en términos de calidad y equidad, dice relación con los niveles de aprendizaje alcanzados por los alumnos v la distribución social de tales aprendizajes...(Las) mejores oportunidades educativas las (que) podemos medir a través de los niveles de logros alcanzados por los alumnos medidos a través del SIMCE (sic)".
Al respecto, es preciso decir que aún no existe forma de evaluación alguna que permita comprobar tal aserto gubemamental, toda vez que no se ha construido un modelo evaluativo que permita, técnica v pedagógicamente, dar cuenta de la existencia de avances educativos nacionales, tanto para quienes estudian en establecimientos con la J.E.C.D., como para quienes lo hacen en aquellos con doble jornada.
Ello implicaría establecer un complejo sistema de indicadores que reconocieran la diversidad social, económica v geográfica, las diferencias cualitativas v cuantitativas entre las distintas modalidades educacionales, privadas y públicas, la variedad de las percepciones culturales de las etnias que componen el país, etc., lo que es reconocido por el Ministerio: "La centralidad en educación de la noción de diferencias individuales, los ritmos, los estilos de aprendizaje varían según los individuos,v grupos..."
La contradicción es evidente: las pruebas SIMCE son estándares nacionales que no reconocen ninguna diversidad, no discrimina realidades, compara lo no comparable y establece una norma, media o promedio en el cual no recoge las enormes diferencias que existen entre establecimientos y sus estudiantes.
Para ahondar más en el tema del tiempo, se debe considerar que éste no solamente es el invertido en el establecimiento, toda vez que aún persiste la práctica de entregar tareas y trabajos para ser realizados como labores domésticas, aumentando aún más el tiempo dedicado a lo escolar. Ello conlleva, por una parte, limitar el tiempo de esparcimiento del estudiantado, por cuanto deben continuar la labor educativa del establecimiento en sus casas, en desmedro del tiempo libre, de recreación y del que debe ser utilizado para compartir en familia.
La desaparición paulatina del tiempo destinado a la reflexión personal, al autoconocimiento, a los momentos de autopercepción tan necesarios en el período de la adolescencia; los momentos de ocio, de expresión personal y corporalidad, de higiene mental y personal, (como fortalecimiento espiritual y físico), van quedando relegados por la sobrecarga de trabajo a que se ven sometidos las y los estudiantes.
A propósito de ello vale la pena recordar lo que dice John Holt: "En tales escuelas es muy probable que, después de una prolongada jornada en las aulas, niños de doce, trece o más años se vean obligados a hacer dos, tres o más horas de tareas en casa por la noche, con algunas suplementarias durante el fin de semana. La carga se va haciendo cada vez más agobiante con la edad...Los niños no habían trabajado tanto desde los primeros y brutales tiempos de la Revolución Industrial".
La recarga de deberes obliga al estudiante a permanecer conectado a su escuela o liceo, sumando en su casa la carga y tensión que provoca, de manera categórica, el proceso escolar. Por lo mismo, decir que para los "grupos pobres" la JECD representa una forma de adquisición de los códigos escolares que los grupos medios y altos adquieren a través de la "socialización familiar", implica que para unos la educación tiene objetivos más relacionados con la deprivación cultural y que, por lo tanto, su permanencia en la institución escolar pasaría a ser casi un proceso de rehabilitación y de readaptación. Es evidente el sesgo de clase.
Ello, por otra parte, implica, una contradicción evidente, cuando el Ministerio señala "el hecho objetivo adicional de que los más desprovistos no cuentan con "un espacio pedagógico" en sus casas para hacer las tareas, que deben ser reforzados por tiempos adicionales de la institución escolar". Las preguntas son obvias: ¿Para qué, entonces, se insiste en las tareas y trabajos que deben ser realizados en las casas? ¿Por qué no existe el verdadero apoyo para el reforzamiento, y las actividades se resuelven en tardes deportivas, como lo han declarado algunos Directivos?
La aseveración que la JECD "Asegura actividades de apoyo reguladas, tales como el estudio controlado, la realización de tareas y ejercicios, el trabajo en laboratorios y talleres", sigue siendo un enunciado sin apoyo real: el hecho que las actividades lectivas se realicen tanto en la mañana como en la tarde, desmiento el hecho que estas últimas sean para las actividades de apoyo al aprendizaje. Las clases regulares de distintas asignaturas se realizan también en las tardes, por cuanto al no haber disponibilidades de contratación por más horas, los horarios docentes están dispuestos para que las actividades lectivas se hagan en función de tal disponibilidad y no en los términos ideales formulados por el proyecto.
Si la JECD aumenta el número de horas de las asignaturas del plan de estudios; si éstas se hacen indistintamente en la mañana o en la tarde; si la "variación" está en que se trabaja en grupo y no individualmente, no hay duda alguna que en las escuelas y liceos se sigue haciendo "más de lo mismo".
2. TIEMPO DOCENTE
Desde la perspectiva del tiempo docente, la situación es aún más compleja: el Ministerio señala que "Contar con más tiempo para las actividades docentes, (es) anhelo reiteradamente planteado por los profesores de las escuelas que han participado en los programas que ha venido desarrollando el MINEDUC". Y desarrolla aún más la idea: "Una educación de calidad para todos, como la que busca la Reforma, supone profesores con tiempos que trasciendan los de sus horas de docencia, necesarios para : adquirir nueva información pedagógica especializada; pensar v reelaborar sus clases, adecuando lo que se enseña con lo que van aprendiendo los distintos grupos de alumnos; preparar y ejecutar en equipo el o los provectos educativos del establecimiento. Por último, tiempo para diseñar, organizar la implementación gradual y realizar los cambios en las prácticas pedagógicas que la Reforma demanda.
Nuevamente la realidad es más poderosa que todas las buenas intenciones.
Un docente de enseñanza media, contratado por 30 horas de clases semanales, atiende un promedio de 350 estudiantes, lo que significa corregir, a lo menos, cuatro o cinco veces esa cantidad de pruebas y controles, que indefectiblemente terminan por acumularse en la casa, porque es allí donde se realiza esa labor.
De un total de posibles períodos de 45 minutos (horas de clases), hay que establecer las relacionadas directamente con su labor de aula, es decir, corrección de instrumentos evaluativos y la planificación y preparación de clases, (casi siempre hecho en el hogar). Además, debe agregarse el tiempo destinado a las asesorías de los Centro de Alumnos, de los Centros de Padres y Apoderados, a las jefaturas de los Departamentos, a las múltiples actividades comprendidas dentro de las actividades curriculares no lectivas en el decreto 453, que reglamenta el Estatuto Docente.
Si el horario de nombramiento aumenta, se mantiene la relación horas de nombramiento = horas de clases, aumentando el tiempo para las actividades fuera del aula o no lectivas. Esta distribución del tiempo no es de responsabilidad de los docentes y corresponde a la administración, de manera tal que en reconocimiento a esta situación, el Ministerio de Educación establece legalmente que todo docente que tenga más de 20 horas de nombramiento y trabaje con el régimen de jornada escolar completa diurna, destine dos horas semanales para reuniones técnicas, las que se pueden acumular quincenal o mensualmente.
De la misma manera, el tiempo destinado al trabajo en equipo, los llamados Grupos Profesionales de Trabajo, tienen por finalidad el establecer colectivamente los proyectos educativos y planificar, de manera estratégica, el desarrollo de la unidad educativa, especialmente en materias curriculares y de gestión pedagógica. Sin embargo, la constancia efectiva de que tal labor se realiza para cumplir con determinadas exigencias de la administración escolar, no hacen sino burocratizar la tarea docente y sobrecargar la exigua posibilidad de tiempo que tienen los docentes para dedicarse, verdaderamente, a su gestión de aula.
La rendición de informes, la entrega de propuestas escritas, el papeleo incesante de planificaciones mensuales y semestrales, son labores que nada agregan al mejoramiento de la calidad educativa. La formulación de proyectos, con el consiguiente llenado de formularios, es otra práctica impuesta por una nueva metodología para la obtención de recursos. Y todo ello recae en el profesorado, que se ve cada vez más limitado en su tiempo y cada vez más exigido en las responsabilidades administrativas.
La saturación de tareas, bajo el prisma de trabajos grupales y de colaboración colectiva, no tiene ninguna espontaneidad ni, mucho menos, nacen de las reales necesidades de los docentes. Son imposiciones desde la autoridad, manejos burocráticos extremados en beneficio de una aparente eficiencia, que al final terminan como labores inútiles, no consideradas por quienes toman las decisiones y que insisten en promover actividades que no producen efectos alguno en el desarrollo educativo.
Esta realidad, que es la que se vive al interior de los establecimientos, choca con la visión ideal de las propuestas gubernamentales, que pretende que el tiempo docente se maneje con autonomía y flexibilidad para permitir que los estudiantes "sigan diferentes itinerarios relacionados con sus gustos o preferencias, con sus necesidades de reforzamiento, o con la posibilidad de conectarlos con sus opciones futuras".
3. LA INFRAESTRUCTURA
El anuncio de la construcción de veinte mil nuevas aulas fue irrealizable. A pesar de las opiniones provenientes desde distintos sectores, en el sentido del escaso aumento presupuestario; de lo errado de los cálculos de los costos de construcción por metro cuadrado; de la inexistencia de espacios para construir; de la necesidad de planificar desde los establecimientos y no desde los gabinetes ministeriales; de la importancia de consultar con los actores docentes; el Ministerio de Educación insistió en avanzar en el Programa a sabiendas del fracaso que se cernía en los plazos.
Así, primero se estableció el año 2002 como el año del cumplimiento de la meta. Luego, la realidad fue más cruda: hubo que extenderlo al año 2006.
De acuerdo con la información ministerial, "la Ministra de Educación, Mariana Aylwin, afirmó hoy que la ampliación del plazo para el ingreso de todas las escuelas y liceos a la Jornada Escolar Completa (JEC) no significa una postergación de este proceso. Por el contrario, lo que hay es una aceleración para cumplir la meta. La Ministra Mariana Aylwin reafirmó que el plazo de marzo del 2002 "no se va a alcanzar a cumplir, por lo que deberemos hacer cambios a la ley de manera de obtener más recursos y otros terrenos y construir en altura, que son situaciones que han impedido un rápido acceso a la JEC y que afectan, por ejemplo, al Instituto Nacional y a liceos de Valparaíso y Concepción".
Esta readecuación implica quitar espacios de los patios para construir más salas, limitando los espacios de recreación del alumnado.
En términos exactos, gran parte de los establecimientos educacionales requieren no sólo de más salas, sino que de comedores, servicios higiénicos, bibliotecas, laboratorios, gimnasios, pero, lamentablemente, se continúa con la política de tomar decisiones sin evaluar antes lo que se ha hecho.
CONCLUSIONES
Queda todavía analizar la efectividad de la JECD con respecto a la integración de los padres y apoderados en el proceso de aprendizaje, que a juicio del mundo docente, aún no se produce en los términos deseados. Para el profesorado, continúa mayoritariamente la desvinculación de la familia con respecto a la escuela, utilizándola como una guardería o centro de protección social. Queda pendiente analizar por qué razón los locales escolares permanecen cerrados a la comunidad, si se quiere que la escuela y el liceo sean un centro de irradiación cultural, en los cuales la participación comunitaria tiene al establecimiento educacional como uno de sus referentes inmediatos.
Cuando en 1996 se lanza la JECD, el trasfondo real de la medida estaba ligado al grave problema social que significa tener estudiantes de todas las edades en la calle, sin actividades que los aleje del peligro de la delincuencia y de las drogas. La solución elegida fue escolar: se quiso utilizar el proceso educativo para eliminar un problema social que, desde la perspectiva gubernamental, no se veía por dónde atacarlo. Los resultados están a la vista: no se ha solucionado el problema; las madres no se han integrado a la vida laboral fuera de su casa, dados los niveles de cesantía; sigue existiendo el problema de la drogadicción y de la delincuencia y, para mayor abundamiento, la Jornada Escolar Completa Diurna sigue debiendo sus resultados.
Es posible enfrentarse a los problemas asumiéndolos como tales. Así, la llamada flexibilidad curricular se ha prestado para que cada establecimiento arregle las jornadas según las conveniencias administrativas y no pedagógicas.
El MINEDUC debe definir, taxativamente, que las actividades lectivas regulares sean hechas en las mañanas, dejando la tarde para el reforzamiento permanente a través de la realización de tareas y trabajos; para desarrollar actividades que utilicen el tiempo libre de manera integrada, sea a través del arte, del deporte o de la recreación, desterrando la práctica de pasar pelotas para "matar" el tiempo "pichangueando".
La planificación y la programación deben considerar los intereses estudiantiles, más que los administrativos. Para ello, la configuración horaria no puede descansar en horarios arbitrarios que suman horas de asignaturas de manera irracional, aumentándolas y agrupándolas en uno o dos días, con períodos en que se repiten hasta cinco horas con un mismo docente en un mismo día o al término de la jornada diaria.
Ello implica, necesariamente, ampliar los nombramientos docentes con plena titularidad; perfeccionar y capacitar al profesorado en el uso del tiempo no lectivo; insistir en el desarrollo del trabajo guiado y tutorial; disminuir sustancialmente la carga de trabajo en los hogares, tanto estudiantil como docente; utilizar de manera real los laboratorios de computación, cuyo uso pleno aún es una de las falencias de la red Enlaces, lo que se comprueba con la gran cantidad de establecimientos que no abren sus correos electrónicos.
Lo cierto es que, a la luz de lo que acontece en la mayoría de los establecimientos, ha llegado el momento de hacer una evaluación de la Jornada Escolar Completa Diurna. Se requiere conocer la voluntad gubernamental para asumir, más allá de la autocomplacencia con los éxitos aparentes, que es desde y con el mundo docente como se pueden superar los problemas.
Por lo pronto, no basta achicar los patios, alargar los plazos, llamar a concursos insistiendo en lo mismo. Se requiere una profunda reflexión acerca de lo que se ha hecho hasta la fecha.
Por ejemplo, conocer desde el establecimiento los modos de gestión directiva; entender el porqué del temor a la participación que recorre al profesorado, como resultado de prácticas autoritarias mantenidas por los administradores educacionales. Entender que no hay modernización educativa ni cambio en las prácticas pedagógicas, si no se actúa directamente en las condiciones de trabajo docente en los establecimientos, en las condiciones de vida de quienes trabajan en la educación; en el necesario y urgente perfeccionamiento del profesorado. Pero no como se ha estado realizando hasta ahora, sino que en una mayor capacitación de calidad, profunda y científica, a cargo de universidades de prestigio, y no con cursos semanales que nada o casi nada aportan y que realizan organismos de escaso peso académico.
En definitiva, asumir que aún es posible enmendar rumbos, despojándose del convencimiento de que todo va bien y que con sólo ampliar los plazos para construir más salas de clases se solucionarán los graves problemas que se viven al interior de los establecimientos. Ver la integralidad es lo urgente, antes de continuar haciendo más de los mismo.
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