jueves, 28 de agosto de 2008

LA DIFICIL RELACION PADRES - ESCUELA

"La relación padres-escuela a veces es difícil. La familia es el agente educativo primario y primordial; es por ello que no debe sacarse de encima los niños depositándolos por unas varias horas en la escuela, tranfiriéndole a la misma responsabilidades, obligaciones o quehaceres que son propios del seno familiar."

Esto es lo que suele preocuparnos a los docentes y a los equipos de conducción en el cotidiano vivir dentro de los establecimientos educativos.La buena relación, o una cordial relación entre padres y escuela afecta las relaciones humanas de la escuela que no se reduce a una mera relación pública el día de la inscripción. Porque eso es lo que a veces ocurre, los conocemos o tenemos un contacto con los padres ese día y no los volvemos a ver más hasta el último día de clases, ya que ni siquiera asisten el día programado para la entrega dse boletines. Así se produce un gran vacío porque los docentes preparamos un encuentro con expectativas, deseos para compartir, críticas constructivas, objetivos, etc. Y nos sentimos muchas veces fracasos frente al ausentismo. Cómo pensar que de 25 alumnos de un grado solo asistan a una reunión, que es una entrega de boletines, 3 o 4 padres. Es triste.Lo mismo pasa con respecto al encuentro que se hace desde algún tiempo "Padres con la escuela" donde solemos preparar un trabajo especial, muchas veces junto con los chicos, para compartir con sus padres.Es una pena muy grande la que uno siente como docente, como parte de la comunidad educativa, y uno siente pena por los mismos niños, quienes aportan mucho, sobre todo cuando ven que estamos con ellos, trabajamos por y con ellos.En pocas palabras la escuela es un centro educativo donde convergen numerosas inquietudes que no solo deben ser inquietudes de docentes y alumnos sino que también deben ser inquietudes del estado, la comunidad, los padres. De allí deberían surgir iniciativas educativas y culturales.Debería existir un desenvolvimiento integral que implique una relación más estrecha.Considero importante que el proyecto educativo de cada escuela contemplara un papel para los padres. Tal vez de temas claves como la enseñanza de educación sexual o contra las drogas, convendría recabar la opinión de los padres y darles una información anticipada de lo que se va a tratar para que luego lo pudieran continuar en la casa.Hay mucho por hacer, mucho se puede lograr en pos de lo mejor para nuestros niños, que son el futuro. De nosotros depende llevar adelante una buena educación comprometida, responsable y de la mano de padres, comunidad, gobernantes, también comprometidos con la tarea y con responsabilidad.
Autor: Paula Vivet
14-01-2008

ESCUELA PARA PADRES DE ADOLESCENTES

Escuela para padres de adolescentes: estabilidad y madurez emocional

Por Norma Nowoszynski • 13 Ago., 2008 • Categoría: Hoy es noticia

Las crisis de la adolescencia se resuelven mejor y más rápido si los padres (u otros adultos a cargo del joven) tienen madurez emocional. Y para lograr esa estabilidad, muchas veces es necesario aprender, o re-aprender, a manejar las emociones. "La mayoría de los conflictos adolescentes se da por ausencia psicológica de los padres", afirmaron especialistas en educación de la división "Escuela para Padres" de la Escuela de Formación Humanística Plenitud.
"Todo el tiempo se habla de violencia escolar, de jóvenes con los cuales es imposible dialogar, de nuevas 'tribus' que tienen códigos propios y se apartan de sus familias; sin embargo, poco se escucha acerca de la responsabilidad de los padres sobre esta situación", reflexionó la Lic. Cintia Vanesa Días, directora académica de la institución.
Los adolescentes están en la transición entre la infancia y la adultez. Son protagonistas de movimientos culturales, target de la publicidad, reservorio de la humanidad. Etimológicamente se dice que son 'los que están creciendo' o, en otra acepción, 'los que adolecen, los que sufren'. "Están forjando su identidad, y para eso necesitan de una imagen sólida enfrente: la de sus padres, o personas que él tome como autoridad. Cuando el adulto titubea en su rol, el adolescente siente la debilidad y se aleja", afirmó la Prof. Marcela Méndez, a cargo del Taller para Padres.
"Hay una sola manera de que un padre pueda entenderse con un hijo adolescente: el padre debe ser un adulto responsable", enfatizó la especialista. "Los adolescentes de hoy tienen un estrés agregado, debido la lucha que tienen con los mismos padres que no quieren ser 'superados': si es varón, por papá (competencia por quién tiene más 'levante' y otras por el estilo); si es mujer, por mamá (competencia por quién luce más joven, más linda). Un adulto responsable asume su rol (maternidad/paternidad) y entiende que los amigos y los 'compinches' los busca afuera de su casa".
Aprender a ser padre de un adolescente es una decisión valiente. "Hay una oferta académica muy nutrida, pero son muy pocos los claustros en donde se acompaña y contiene al padre o a la madre en su tarea de educar. Se supone que eso ya 'debe saberse' y muy pocas veces se tiene en cuenta si sabe cómo controlar el estrés o qué hacer ante un acceso de ira", comentó la Lic. Días.
La Prof. Méndez coincidió: "Lamentablemente, no son cosas que se enseñen en la primaria ni en la secundaria. Las aprendemos como podemos, y cuando las situaciones nos desbordan solemos acudir al psiquiatra o al psicopedagogo, porque no tenemos respuestas acordes a los conflictos que se nos presentan".
Por sobre todas las cosas, "los padres deben entender que los adolescentes siguen necesitando amor, comprensión y limites".

Las claves para los padres
¿Qué hago ante un arranque de violencia adolescente?
Primero, calmarse, no 'engancharse' con la emoción. Un adulto responsable nunca reacciona con violencia ante un ataque de furia.
Segundo, aprender a observar (desprendiéndose de lo que observa) y esperar a que pase el momento. Luego, intentar dialogar.
Por último, lo más importante es que los padres entiendan que está pasando algo: puede ser un enojo, descontento o situaciones físicas (como drogas, alcohol). La violencia siempre está ocultando un temor.
Es importante saber que la manifestación de violencia puede mostrarse como agresión, pero también como depresión.
¿Cómo ayudar a superar una crisis adolescente?Comprendiendo. Las crisis son un conflicto cuando no se ven, por lo tanto no se aceptan ni se tratan.
Para que se conviertan en una oportunidad, hay que comprender que todo adolescente sufre el impacto de los cambios hormonales. Éstos producen una transformación química, fundamentalmente en la edad del ingreso o en los primeros años de la escuela secundaria. Las hormonas generan cambios de pensamientos que pueden impulsar cambios de conducta.
Al adolescente le pasan cosas que necesita aprender a definir, por eso el entorno no debe ser de exigencia extrema o sobreprotección infantil: es preciso buscar el punto medio.
Los signos de una crisisSi bien toda la adolescencia es una crisis , a continuación se enumeran algunos de sus rasgos más visibles:
Trastornos en la alimentación
Cambios abruptos en la conducta
Alteraciones en el campo emocional (amar en demasía, odiar en demasía)
Obsesiones, ideas fijas
Adicciones
Trastornos del sueño (insomnio-hipersomnia)
Problemas de memoria
Tristeza
Retraimiento
Introspección y fobia social
Conflictos con la fe
Amor desmedido por la libertad.

¡ PAPA Y MAMA MIRAME ¡

¡Papá y mamá, mírenme!
Neva Milicic, sicóloga
Martes 26 de Agosto de 2008

Cuantas veces escuchó usted a su hijo decir, cuando hacía algo de lo que estaba orgulloso decir ¡Mírame mamá! o ¡Mírame papá! Los niños y los adolescentes, buscan -y a veces no encuentran- la mirada aprobadora, cariñosa y orgullosa de sus padres. Ella es un importante estímulo para el crecimiento emocional y especialmente para los vínculos afectivos.
Quisiera compartir con ustedes, una cita del escritor peruano Fernando Ampuero, en uno de sus cuentos “La zurda”, que describe mejor magistralmente el valor de la mirada.
“(Mi abuelo materno hablaba siempre de las miradas que le decían todo. Él pensaba –y somos de la misma opinión- que las íntimas manifestaciones del alma no están hechas de frases profundas o de hallazgos geniales, sino de miradas secretas, frases truncas, sonrisas contenidas y polvo de estrellas)”.
Siempre me ha llamado la atención la mirada conmovida con la que los padres se vinculan con sus hijos recién nacidos; la ternura y orgullo, con que posteriormente “miran” lo que van aprendiendo sus hijos en edad preescolar. Desafortunadamente esas miradas se van haciendo menos frecuentes, a medida que los niños van creciendo y van siendo reemplazadas a veces, por miradas de enojo y furia contenida, y a veces claramente despectivas o de aburrimiento, en la etapa escolar y en la adolescencia.
Las miradas descalificadoras son tanto o más poderosas que las frases hostiles que las acompañan “Estoy harto(a) que dejes todo botado”, “No me extraña que te haya ido mal”, “Hasta cuando….”.
Si pudiéramos cuantificar los vínculos que expresan ternura, versus los que expresan hostilidad, quizás nos llevaríamos una desagradable sorpresa. Creo que los padres no necesitan hacerlo porque cada cual en su fuero interno, sabe cual es la proporción entre la ternura que está entregando a sus hijos y las rabias que está expresando. Mayor sería la sorpresa de muchos padres si alguien grabara en video nuestras miradas en los momentos que estamos llamando la atención a los hijos.
Virginia de ocho años, una niñita de una inteligencia brillante, muy perceptiva, fue llevada a consultar, porque era hipersensitiva a la actitud que sus compañeros tenían con ella. Estaba muy insegurizada. “Me miran feo” era una queja constante, y estaba teniendo trastornos del sueño.
Conversando con los padres, observando la relación y haciendo una historia de ella, se pudo concluir que estos padres habían mal evolucionado, lo que es frecuente –desde una mirada amorosa y orgullosa cuando era pequeña, a una mirada demandante e hipercrítica en la edad escolar-. Lo que, finalmente, había dejado a Virginia en un estado de vulnerabilidad emocional. Afortunadamente pudieron rectificar a tiempo su conducta parental y recuperar mayores espacios para expresar ternura.
Otras veces la evaluación resulta negativa, porque simplemente los padres por múltiples razones -muchas veces comprensible, otras veces inexplicables- no se dan el tiempo para mirar cariñosamente a sus hijos, de un modo que exprese todo el inmenso amor, que les tienen.
Las miles de cosas que usted hace cada día por su hijo, para que lleguen realmente a ser percibidas por ellos, como constructivas, deben ir acompañadas de una enorme dosis de ternura. Para que su hijo tenga el recuerdo imborrable de su mirada amorosa y orgullosa, aprenda a expresar con generosidad sus emociones positivas y controle en la medida de lo posible las miradas de enojo, especialmente cuando están en el máximo de la intensidad emocional. Contrólese, salga un rato de la situación, aíslese para calmarse y cuando se haya recuperado vuelva a reencontrarse con su hijo(a), para que pueda enseñarle cómo se hacen las cosas, desde una mirada amorosa y no desde la rabia.
Es muy importante, para la seguridad emocional de los niños, que inscriban en su memoria emocional, padres que se daban el tiempo de mirarlos y de hacerlo en forma amorosa.